Abundancias y escaseces. Este ciclo económico ha ocurrido repetidamente en lugares dependientes de un solo recurso natural, como en Venezuela y su petróleo. En este mes, el politólogo John Polga-Hecimovich investiga la historia detrás de una de las crisis económicas mas dramáticas del siglo XXI al examinar como una adicción al petróleo ha resultado en malas decisiones políticas por décadas.
traducido por Gisel Valladares y John Polga-Hecimovich
Un manifestante contra Maduro en 2014 con las palabras "Libertad" escritas en sus manos. |
Durante los años setenta, Venezuela tenía la tasa de crecimiento más alta y la menor desigualdad de Latinoamérica. Gracias a una bonanza petrolera, el gobierno pudo gastar más dinero (en términos absolutos) entre 1974 a 1979 que en toda su historia independiente. De hecho, durante este tiempo, Venezuela gozaba del PIB per cápita más alto de la región.
El consumo de whisky escocés fue el más alto del mundo, la clase media manejaba Cadillacs y Buicks y la clase alta famosamente se lanzaba de compras a Miami donde eran conocidos como los del “dame dos.” En términos políticos, el país era una de sólo tres democracias en Latinoamérica en 1977, junto con Costa Rica y Colombia.
Vista aérea de la Plaza Venezuela en Caracas, Venezuela en 2010.
Como cambian las cosas. Hoy en día, Venezuela está atascada en una de las crisis políticas, económicas y humanitarias más profundas del mundo.
La economía se contrajo un estimado 18,8 por ciento en el 2016, y se espera una reducción de entre 4,3 y 6 por ciento en el 2017. La tasa de inflación de 2016 se estimó entre el 290 por ciento y un 800 por ciento, y en diciembre del 2016 el país se convirtió en el séptimo país latinoamericano en experimentar hiperinflación. A pesar de los mejores esfuerzos del gobierno para seguir pagando su deuda externa, un incumplimiento paralizante parece probable en el 2017.
Los costos humanos de la crisis han sido graves, con escasez de alimentos y medicinas, un abrumador aumento en la mortalidad infantil y uno de los índices más altos de delitos violentos en el mundo.
Tasas de inflación venezolanas de 1980 a 2015.
Las masivas filas para comprar productos básicos como el papel higiénico, la leche, el aceite, la mantequilla y la harina de maíz (para las ubicuas arepas) son tan comunes que han dado lugar a profesionales a quienes se les paga por esperar en la cola por otros. Igual de comunes son las aplicaciones digitales (apps) que ayudan a los ciudadanos a encontrar bienes escasos, y las historias de mujeres dando a luz y asesinatos vistos por plácidos observadores mientras ocupan sus puestos en la fila.
El año pasado, tres cuartas partes de los venezolanos perdieron alrededor de 8 kg de peso corporal en la llamada “dieta de Maduro,” haciendo una mordaz referencia al actual presidente del país, Nicolás Maduro.
Manifestantes protestan frente a una cola para comprar productos básicos en 2015.
La salud pública está igual de mal. Los hospitales han quedado sin antibióticos importados, suministros quirúrgicos y repuestos para los equipos médicos, y en sólo el 2016, la mortalidad infantil aumentó un 30 por ciento, la mortalidad materna un 65 por ciento y la malaria un 76 por ciento. La difteria, casi erradicada, ha vuelto a aparecer.
Según algunas estimaciones, unos 2,5 millones de personas han emigrado desde 1999 y actualmente Venezuela lidera las solicitudes de asilo en los Estados Unidos. Aparte de estos desarrollos devastadores, el país ha dejado de ser un régimen híbrido—un tipo de sistema político que combina los rasgos democráticos con los autocráticos— para convertirse en un autoritarismo puro. El gobierno aplazó las elecciones regionales y suspendió un referéndum revocatorio presidencial en contra del presidente Maduro en octubre de 2016.
Desde entonces, Maduro ha intentado disolver la Asamblea Nacional, una acción que provocó el oprobio internacional, masivas manifestaciones nacionales y la condena de miembros de su propio partido. Algunos analistas temen que el país está al borde de una guerra civil.
El papel higiénico es uno de los productos båsicos que ha escaceado en los ültimos años (izquierad). La tasa de homicidios en Venezuela de 1998 a 2016 segün tres agencias diferentes (derecha).
¿Cuáles son las raíces de esta extraordinaria caída económica y democrática?
Para comenzar, Venezuela sufre de la “maldición de los recursos”, donde en vez de ayudar a desarrollar el país, la amplia riqueza mineral previene el desarrollo económico y social constructivo. Y aunque la democracia de la Cuarta República (1958-1998) fue duradera, su calidad no era alta: el sistema de partidos era restrictivo y poco representativo de muchos sectores sociales, y finalmente sufrió una crisis de legitimidad.
Insatisfechos con la situación económica y un establecimiento político desacreditado, los votantes optaron por las promesas del populista Hugo Chávez en 1998.
Chávez logró cambiar radicalmente la política y la economía del país sin resolver ninguno de los problemas políticos o económicos subyacentes.
El presidente Hugo Chávez Saluda a los partidarios de su elección como presidente en 1998 (izquierda). Presidente Nicolás Maduro, el sucesor elegido a mano de Chávez, con el escudo presidencial en 2015 (derecha).
En contraste, su gasto pródigo, su actitud ambivalente hacia la democracia liberal y la asombrosa mala gestión económica dirigida tanto por él como por el casquivano Maduro han dirigido al país a la terrible condición en que se encuentran actualmente.
I. La dependencia del petróleo y la maldición de los recursos naturales
El diplomático venezolano Juan Pérez Alfonzo, socio fundador de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), predijo que la dependencia venezolana del petróleo la dejaría en el desamparo. En medio del auge petrolero de los años setenta, profetizó ante la politóloga Terry Lynn Karl que, “Dentro de diez años, dentro de veinte años, ya verán; el petróleo nos llevará a la ruina… es el excremento del diablo.”
La declaración resultó profética..
A diferencia de algunos de sus vecinos que durante mucho tiempo dependieron de la exportación de un solo bien, pero que desde entonces se han diversificado, Venezuela es un estado rentista totalmente dependiente de la extracción y exportación del petróleo y sus derivados. El sector petrolero es la mayor fuente de divisas del país, el mayor contribuyente al sector fiscal y la principal actividad económica. De hecho, en 2016, los ingresos de las exportaciones del petróleo representaron más del 50 por ciento del PIB del país y aproximadamente el 96 por ciento de las exportaciones totales.
Gráfico que muestra el petróleo como porcentaje de las ganancias de exportación en Venezuela de 1998 a 2013.
Este nivel de dependencia provoca una “paradoja de la abundancia,” o una “maldición de los recursos,” en la cual un país con grandes dotaciones de recursos naturales no logra desarrollarse. Esto ocurre porque el control de un recurso codiciado conduce a una dependencia fiscal desproporcionada de las rentas generadas por este recurso que resulta a su vez en un elevado gasto público al costo del desarrollo institucional.
También suele aumentar la corrupción, ya que un número limitado de personas se dedica a generar la riqueza del país mientras que el gobierno desempeña un papel central en distribuirla. En lugares con instituciones representativas débiles, los auges petroleros crean la ilusión de prosperidad y desarrollo y pueden desestabilizar los regímenes al reforzar los intereses petroleros y debilitar la capacidad estatal. Todo esto se ha confirmado en Venezuela, donde la dependencia al petróleo ha contribuido a por lo menos tres problemas recurrentes: un sector productivo nacional débil; la inflación y la dependencia de las importaciones; y la corrupción excesiva en el sector público. En primer lugar, es difícil que los Estados dependientes inviertan las rentas petroleras para desarrollar un sector productivo nacional fuerte.
Los ingresos abundantes que resultan de las extracciones de recursos naturales desalientan la inversión a largo plazo en la infraestructura que apoyaría una diversificación económica. Éste es un desafío que los líderes venezolanos han reconocido desde hace tiempo. En su conocido artículo de opinión de 1936, el escritor e intelectual Arturo Uslar Pietri instó a sus compatriotas a “sembrar el petróleo,” utilizando las rentas petroleras para aumentar la capacidad estatal, modernizar y educar.
El intelectual venezolano Arturo Uslar Pietri instó a sus conciudadanos a usar los beneficios del petróleo para desarrollar el país y su gente (izquierda). Un gráfico de la producción de Venezuela (línea gris), el consumo (línea negra) y exportación (línea verde) de petróleo del 1965 al 2015 (a la derecha).
Los líderes no han sido capaces de poner en práctica sus consejos. Al contrario, los mini-auges en los precios del petróleo consistentemente invierten el crecimiento del sector no petrolero, que ve un crecimiento promedio del 3,3 por ciento en los años previos al auge y que se convierte en un -2,8 por ciento en los años posteriores.
El resultado es una dependencia continua de los ingresos petroleros al costo de otras industrias y una alta concentración del riesgo en un producto volátil. Como se muestra en el gráfico, la dependencia del petróleo ha crecido desde 1998, ya que el porcentaje de ganancias derivadas del petróleo se incrementaron de debajo del 70 por ciento a más de 95 por ciento en 2012 y a un 96 por ciento en 2016.
Segundo, en épocas de bonanza, las rentas petroleras también pueden causar una dependencia creciente de las importaciones extranjeras al costo de la rama de producción industrial nacional.
Esto se debe al hecho de que los nuevos descubrimientos o el rápido aumento de los precios del petróleo conducen a una fuerte entrada de divisas. Un aumento en las reservas de divisas por su parte causa una apreciación del valor de la moneda, lo que perjudica la competitividad de los demás productos en el mercado de exportaciones y aumenta la dependencia de las importaciones extranjeras, que son más baratas. Cuando el dinero del petróleo fluye, las importaciones aumentan.
Sin embargo, cuando los precios del crudo bajan y los petrodólares caen, como ahora, se le hace más difícil al gobierno importar bienes, tal cual como demuestra la escasez de los años ochenta y de nuevo desde 2012. Profundizando el problema, el gobierno venezolano actual ha priorizado el pago de sus obligaciones de deuda soberana en lugar de importar más bienes.
Petróleos de Venezuela, SA, la empresa petrolera estatal.
Una tercera consecuencia de la maldición de los recursos es la corrupción endémica. Los países que dependen profundamente de rentas externas, como las exportaciones de recursos naturales, pueden embarcarse en grandes programas de gasto público sin tener que desarrollar un sistema fiscal para cobrar impuestos a sus poblaciones. Como resultado, los ciudadanos tienen incentivos reducidos para ejercer una rendición de cuentas del gobierno.
Además, cuando los agentes públicos tienen un monopolio sobre el poder y discreción sobre la distribución de derechos valiosos, los incentivos de la corrupción aumentan. Esto ha sido el caso en Venezuela, que ha sufrido corrupción del sector público desde por lo menos la democratización en 1958. Cuando los precios del petróleo se dispararon a finales de los años 2000, la rendición de cuentas horizontal del poder ejecutivo y la supervisión de la empresa petrolera estatal, Petróleos de Venezuela, S.A. (PDVSA) disminuyeron. Hoy en día, la corrupción ha alcanzado niveles sin precedentes.
Índice de Percepción de la Corrupción en Venezuela con intervalo de confianza de 95% (1995-2016).
Esto se refleja en la evolución del Índice de Percepción de la Corrupción de Venezuela publicado por Transparencia Internacional. Desde la primera encuesta en 1995, el país se ubicó consistentemente en el 10 por ciento más alto de los países más corruptos del mundo. Sin embargo, esta débil probidad ha caído más desde mediados de los años 2000, reflejando una disminución en la confianza de cualquier medida de rectitud gubernamental bajo Hugo Chávez y Nicolás Maduro.
II. Militares, democratización y partidocracia
Factores políticos como la tradición de gobiernos militares, la democratización tardía y la representación democrática débil también han contribuido considerablemente a la crisis actual.
Simón Bolívar, El Libertador (izquierda). Un desfile de 2014 para conmemorar un año de la muerte de Hugo Chávez (derecha).
La alternancia entre militares activos y jubilados en el poder terminó definitivamente con la Revolución Liberal Restauradora de 1899. Desde ese momento hasta 1945, una sucesión de oficiales militares gobernó el país bajo dictadura: Cipriano Castro (1899-1908); Juan Vicente Gómez (1908-1935); Eleazar López Contreras (1935-1941); e Isaías Medina Angarita (1941-1945).
El presidente Cipriano Castro gobernó a Venezuela desde 1899 hasta 1908 después de tomar el poder con su ejército personal (izquierda). El presidente Juan Vicente Gómez tomó el poder de su predecesor y gobernó desde 1908 hasta que murió en 1935 (segundo desde la izquierda). El Presidente Eleazar López Contreras sirvió como Ministro de Guerra durante la administración de Gómez antes de gobernar a Venezuela de 1935 a 1941 (tercero desde la izquierda). el presidente Isaías Medina Angarita también sirvió como Ministro de Guerra antes de gobernar a Venezuela de 1941 hasta 1945 (derecha).
El país hizo un intento fallido hacia la democracia electoral durante el trienio adeco (1945-1948), pero fue rápidamente seguido por la dictadura represiva de Marcos Pérez Jiménez. En la ausencia de conflicto interestatal, las fuerzas armadas se consideraban a sí mismas como la institución clave para fomentar el desarrollo interno y la modernización.
La participación militar en la política significó que la democracia llegó tarde. La democracia duradera no comenzó sino hasta 1958, cuando representantes de los tres principales partidos políticos del momento––el socialdemócrata Acción Democrática (AD), el socialcristiano COPEI y Unión Republicana Democrática (URD)––firmaron un acuerdo formal conocido como el Pacto de Punto Fijo.
Presidente Rómulo Betancourt, el “Padre de la democracia venezolana,” votando en 1946 (izquierda). Presidente Marcos Pérez Jiménez, que gobernó como dictador militar de 1952 a 1958, recibiendo un elogio del embajador estadounidense Fletcher Warren en 1954 (derecha).
El acuerdo buscó forjar y preservar la democracia a través del respeto de las elecciones, compartir el poder en el gabinete ministerial y la burocracia y un programa básico de gobierno acordado. Aunque el acuerdo permitió que la democracia venezolana sobreviviera la tumultuosa década de 1960 y una amenaza guerrillera izquierdista, así como los intentos desestabilizadores por el dictador derechista dominicano Rafael Leónidas Trujillo, también ayudó a vincular el sistema político venezolano a la competencia exclusiva entre dos partidos, AD y COPEI (la URD perdió poder a principio de los años sesenta).
Este dominio bipartidista creó lo que el politólogo Michael Coppedge—adaptando la jerga criolla—llamó la “partidocracia”: un gobierno del pueblo, por los partidos, para los partidos. AD y COPEI emplearon un tipo de “control político patológico” sobre la vida política, económica y social que garantizaba la estabilidad al costo de la representación.
Los partidos contaban con un sistema de concertación, en el que confiaban entre ellos o con los intereses empresariales o militares para forjar el consenso sobre políticas claves. También utilizaron el clientelismo para cooptar organizaciones de la sociedad civil y limitar canales de representación, tales como los grupos de interés, los medios de comunicación y los tribunales.
De izquierda a derecha, Rafael Caldera, Jóvito Villalba y Rómulo Betancourt durante la firma del Pacto de Punto Fijo en 1958 (izquierda). El logotipo del Partido Socialdem crata, Acción Democråtica (AD) (imagen superior). Mimbros del Partido Socialcristiano, COPEI, marchando por un candidato a la alcaldîa alrededor de 2010 con su distintivo color verde (inferior).
La falta de renovación en el liderazgo partidario, la osificación de la estructura del partido y la inclusión limitada de varios grupos de la política socavaron al sistema, y cuando una caída en el precio del petróleo eliminó los recursos para la clientela en los años ochenta, disminuyó el apoyo a los partidos y al sistema democrático de la Cuarta República.
Visto a través del prisma de la dependencia del petróleo y la rigidez democrática, los logros de Venezuela en los años sesenta y setenta son menos impresionantes. Aunque el PIB per cápita, el gasto social y la calidad de vida aumentaron, y el país evitó los colapsos democráticos como los de Chile, Uruguay, Argentina y otros, estos logros fueron fundamentalmente insostenibles.
Estas debilidades políticas y económicas fundamentales también crearon las condiciones adecuadas para las crisis de los años ochenta y noventa que allanaron el camino para la atracción del populismo y la participación explicita de las fuerzas armadas en la política en los años 2000.
III. Crisis económica y el colapso de la partidocracia
Los precios del petróleo colapsaron a principios de los años ochenta. Una alta deuda pública, el agotamiento de los préstamos internacionales y una moneda sobrevaluada causaron una fuga masiva de capitales en 1982 y a principios de 1983.
El 18 de febrero de 1983, mejor conocido como el “viernes negro” en Venezuela, el gobierno estableció controles monetarios––algo que Chávez haría veinte años después––para detener esta fuga y frenar la inflación. El poder adquisitivo disminuyó en casi un 75 por ciento de la noche a la mañana.
Los precios mundiales del crudo por barril de petróleo variaron considerablemente de 1970 al 2015.
La partidocracia también comenzó a deteriorarse.
Golpeado por el bajo precio del petróleo y un aumento en las tasas de interés de la deuda externa, el gobierno venezolano peleó para financiarse. El presidente Carlos Andrés Pérez trató de reparar la economía usando el “paquetazo”—un paquete de reformas económicas neoliberales—en febrero de 1989, pero esto sólo empeoró la situación económica de la clase popular y la clase trabajadora, provocando una ola de protestas, motines y saqueos el 27 de febrero que resultó en la muerte de cientos de civiles.
Consecuentemente, el Movimiento Bolivariano Revolucionario 200 (MBR-200), un grupo radical izquierdista dirigido por el teniente coronel Hugo Chávez Frías, aceleró su planificación para un golpe de Estado. Este intento en febrero de 1992 fracasó–– al igual que un segundo intento realizado por la Fuerza Aérea en noviembre del mismo año––pero marcó el comienzo del fin de la democracia puntofijista.
Una profunda crisis institucional empezó a desencadenarse en los años noventa con el juicio político de Pérez en 1993 y una crisis financiera y económica durante la administración de Rafael Caldera (1994-1999) que coincidió con los precios internacionales más bajos del crudo en décadas.
IV. Chavismo: la erosión de la democracia liberal y la economía populista
Las condiciones fueron aptas para el surgimiento de un outsider político. El individuo que capitalizó el descontento de los votantes fue el carismático y extravagante Chávez, que había alcanzado un perfil nacional después de su fallido golpe de 1992.
Chávez hizo campaña con una ideología de “Bolivarianismo”, una re conceptualización del Estado que se basaba en la soberanía económica y política, la autosuficiencia, el socialismo democrático y la democracia participativa. Chávez prometió romper con los sistemas políticos y económicos injustos del país. Entre otras cosas, se comprometió a establecer una Asamblea Constituyente para re escribir la constitución venezolana y consagrar el bolivarianismo como ley.
Carteles de campaña para la re-elección de Hugo Chávez en 2012 (a la izquierda). Presidente Hugo Chávez con su distintiva boina roja y con su traje del tricolor patria en 2013 (a la derecha).
Chávez también sostenía que como outsider político, él podía acabar con la corrupción del sector público. Más importante aún, prometió erradicar la pobreza, ampliar los servicios estatales a las clases populares e incorporar a estos grupos excluidos en el proceso político. Su táctica electoral funcionó, ya que derrotó al conservador Henrique Sala Römer con el 56,2 por ciento de los votos, y comenzó el primero de sus cuatro mandatos.
Equipado con una mayoría legislativa (y en ocasiones con una mayoría absoluta), Chávez fue una figura polarizante, que adoptaba una interpretación plebiscitaria y mayoritaria de la democracia que ignoraba en gran medida los puntos de vista y los valores de la oposición política.
En sus discursos incendiarios denigraba a sus oponentes políticos como “escuálidos”, “oligarcas rancios” y “lacayos del imperialismo”, entre otros insultos. Los miembros de la burguesía no revolucionaria eran los “pitiyanquis” y el político opositor Henrique Capriles un “cerdo de mala vida.” Famosamente, llamó al presidente estadounidense George W. Bush el diablo en un discurso en la ONU en el 2006.
La guerra con sus enemigos fue más allá de las palabras. En 2004, un legislador de la Asamblea Nacional, Luis Tascón, publicó la infame “Lista Tascón”—una enumeración de los millones de venezolanos que solicitaron el referéndum revocatorio contra Chávez en el 2003 y 2004, llevando al gobierno a discriminar contra los signatarios.
Políticamente, el presidente avanzó lentamente para acumular el poder y eliminar los controles sobre su proyecto socialista: manipuló la composición de los tribunales a su favor, llenó el alto mando militar de oficiales leales, sistemáticamente desmanteló los medios de comunicación independientes y a raíz de la huelga general de 2002-2003 que tuvo como objetivo su salida del poder, reemplazó a sus oponentes dentro de PDVSA con partidarios. Apoyado por una situación económica favorable, una alta aprobación de su base y una oposición fragmentada, el presidente fue re electo en el 2000, 2006 y 2012.
El Producto Interno Bruto de Venezuela aumentó de 1990 al 2011, especialmente durante la presidencia de Hugo Chávez (a la izquierda). Amado por muchos, un vendedor ambulante en Venezuela vende figuras de acción del Presidente Hugo Chávez y sombreros de color rojo en 2006 (a la derecha).
Pero Chávez no era un demócrata tanto por convicción como por comodidad. Sólo recurrió a las elecciones como ruta hacia el poder después de su golpe fallido en 1992, y raramente toleraba las voces disidentes que caracterizan el pluralismo democrático.
En el momento de su muerte en 2013, Venezuela no era una democracia liberal ni una dictadura, sino un régimen híbrido en el que el campo político estaba decididamente inclinado a favor del gobernante Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV).
La democracia también fue debilitada por una oposición política torpe y a menudo dividida. Quizás la acción más miope y perjudicial fue un fracasado golpe militar contra Chávez en abril del 2002 que le proporcionó al gobierno y a sus seguidores una oportunidad para cuestionar los valores democráticos de la coalición política opositora. A la vez, esta acción le permitió a Chávez re estructurar las fuerzas armadas y moldearlas en una manera más ideológica y fiel al régimen.
La huelga general del 2002 y 2003 contra el gobierno también justificó el retiro de unos 18.000 empleados de PDVSA, mientras que los boicots y las manifestaciones posteriores sirvieron con frecuencia para fortalecer el régimen. En 2005, los cinco principales partidos de oposición se retiraron de las elecciones legislativas en medio de una disputa sobre el proceso de votación, ofreciéndole a Chávez el lujo de una mayoría absoluta parlamentaria y carta blanca legislativa por cinco años.
El Presidente Hugo Chávez en una reunión del Partido Socialista Unido de Venezuela en 2008 (a la izquierda). Una reunión en 2007 para celebrar el quinto aniversario de la vuelta al poder de presidente Hugo Chávez después del intento de golpe de Estado (a la derecha).
Económicamente, el gobierno fue ayudado por un aumento en el precio del petróleo, que pasó de 10 dólares por barril en 1999 a más de 140 dólares en 2008. Con un flujo alto de divisas, Chávez pudo llevar a cabo su ambiciosa agenda política nacional e internacional. El gasto social fue dirigido hacía las clases populares, especialmente a través de las “misiones sociales” que llevaron servicios estatales como atención médica, educación y alimentos subsidiados a barrios y regiones históricamente ignorados.
En la cima del auge petrolero del 2006 al 2011, la calidad de vida de los venezolanos mejoró, teniendo la tercera tasa más alta según el Índice de Desarrollo Humano de las Naciones Unidas. De 1999 al 2009, la pobreza disminuyó, el desempleo cayó de 14,5 por ciento a 7,6 por ciento, el PIB per cápita creció de $4.105 a $10.810 y la mortalidad infantil disminuyó de 20 fallecidos por cada 1.000 nacidos vivos en 1999 a 13 por cada 1.000 en 2011.
Sin embargo, estos mejoramientos fueron en gran medida efímeros. Así como con el gobierno de Pérez de los años setenta, la mejora económica bajo Chávez ocultó debilidades estructurales y un profundo déficit democrático.
Una clase de alfabetización que forma parte de una de las misiones sociales del gobierno, en 2004 (a la izquierda). El porcentaje de venezolanos en extrema pobreza disminuyó desde el 2003 (a la derecha).
En vez de aumentar las reservas de divisas estatales o crear un fondo soberano, como una cartera diversificada de inversiones para reducir la concentración de riesgo en el petróleo, Chávez siguió gastando libremente e incluso envió petróleo al extranjero con tarifas preferenciales para cultivar aliados regionales.
El presidente también llevó a cabo tres costosas decisiones políticas: 1) la expropiación de empresas privadas, 2) el establecimiento de controles de cambio de divisas y 3) la implementación de controles de precios en varios productos básicos. Con la caída del precio de petróleo desde 2011, el resultado combinado de estas tres decisiones económicas ha sido devastador.
El primero de ellos fue la expropiación o nacionalización de numerosas empresas privadas, especialmente después de la re elección de Chávez en 2006. Estas empresas pertenecían a diversos sectores: petróleo, agricultura, finanzas, industria pesada, acero, telecomunicaciones, energía eléctrica, transporte y turismo. Aunque el gobierno expropió sólo 15 empresas privadas entre 2002 y 2006, se apoderó de unas asombrosas 1.147 empresas entre 2007 y 2012.
El presidente Hugo Chávez se hizo amigo de Fidel Castro en la década de los noventa (a la izquierda). Los presidentes de Ecuador, Bolivia, Argentina, Brazil, Paraguay y Venezuela firmando un acuerdo en 2007 para establecer el Banco del Sur (a la derecha).
Los efectos han sido desastrosos.
Las expropiaciones no sólo cerraron sectores productivos y los remplazaron con empresas estatales ineficientes, sino que también ayudaron a desincentivar a los inversionistas. Las incautaciones estatales de empresas privadas han dañado el sector productivo, obligando a que Venezuela duplique sus importaciones.
Una segunda política problemática persistente es el control de divisas extranjeras. En un intento de forzar un voto para retirar a Chávez de la presidencia, la oposición política organizó una huelga general masiva desde diciembre del 2002 a febrero del 2003, causando un paro petrolero en PDVSA que redujo la producción a un tercio de sus niveles anteriores.
Para lidiar con la pérdida de ingresos, Chávez fijó la tasa de cambio entre el bolívar y el dólar estadounidense y dotó al gobierno de la autoridad para aprobar o rechazar cualquier compra o venta de dólares. Aunque éste fue un remedio a corto plazo para impedir la fuga de capitales, la medida también se convirtió en una bomba de tiempo. Con un declive en el abastecimiento de dólares bajo el control gubernamental después de la caída de los precios del petróleo, la demanda de la moneda en el mercado negro se disparó—impulsando el llamado raspao y otras formas de arbitraje (arbitrage).
En lugar de levantar los controles de divisas y normalizar la tasa de cambio, el gobierno actual de Maduro sigue imprimiendo dinero, aumentando aún más la inflación de facto. La gráfica de abajo demuestra esto: mientras la inflación disminuyó después de 2003, se incrementó en 2009 y ha seguido subiendo vertiginosamente desde entonces.
Inflación en Venezuela de 1960 al 2015.
Además, con los controles de divisas vigentes, las empresas privadas ya no pueden importar las materias primas que necesitan. Empresas multinacionales como Bridgestone, Clorox, General Mills y otras se han retirado del país debido a la dificultad de comprar e importar materias primas.
A principios de 2016, hasta Coca-Cola interrumpió brevemente la producción en dos de sus plantas embotelladoras debido a una escasez de azúcar. Mientras tanto, la cervecería más grande del país, Cervecería Polar, no pudo producir cerveza porque no había recibido divisas para importar cebada malteada.
Una tercera política económica dañina ha sido las estrictas restricciones gubernamentales sobre los precios a los que se pueden vender una variedad de alimentos y bienes. Los controles de precios de los productos clave han sido constantes en Venezuela desde la Segunda Guerra Mundial para hacer más asequibles las necesidades básicas para los pobres pero nunca fueron tan profundas ni tan amplios como durante el chavismo.
Los gobiernos de Chávez y Maduro han establecido precios tan bajos que ya no son rentables para las empresas ni los productores, resultando en la escasez. Por consiguiente, los agricultores cosechan menos, los fabricantes reducen su producción y los minoristas almacenan menos inventario. Las expropiaciones gubernamentales profundizan el problema, ya que algunos de los recortes fueron en industrias como la lechera, la azucarera y la cafetalera donde el gobierno se ha apoderado de empresas privadas y está intentando dirigirlas.
Estantes vacíos en tiendas, 2013 (a la izquierda). Una fila de consumidores con la esperanza de comprar algunos de los pocos bienes disponibles afuera de un supermercado en 2014 (a la derecha).
En resumen, cuando los precios del petróleo eran altos, Chávez tomó decisiones político- económicas que proporcionaron dividendos a corto plazo pero costos extremos a largo plazo. Desde que los precios del petróleo bajaron, estas decisiones han sido catastróficas.
V. Nicolás Maduro: De mal en peor
Tras la muerte de Chávez en 2013, su sucesor elegido, Maduro, derrotó a Henrique Capriles de la coalición de oposición Mesa de la Unidad Democrática (MUD) en las elecciones de abril de 2013. El menos carismático y políticamente ágil Maduro ha enfrentado la caída de los precios del petróleo y su baja popularidad pública redoblando las políticas de Chávez, vinculando su supervivencia política a los altos mandos militares y suprimiendo la disidencia, creando un régimen cada vez más autoritario y menos híbrido.
El presidente Nicolás Maduro cortejó los votantes en 2013 usando la popularidad del fallecido presidente Hugo Chávez (parte superior). El president Maduro en 2016, conmemorando el aniversario de la muerte de Chávez (en la parte inferior).
Primero, los militares se han convertido en un actor cada vez más influyente dentro del régimen madurista, convirtiéndose en una rama de hecho del chavismo. Tras su nombramiento como jefe de distribución nacional de alimentos en julio de 2016 y coordinador de la administración pública nacional, el ministro de Defensa, General Vladimir Padrino López, se ha convertido en uno de los líderes más influyentes del país. Chávez politizó la organización a partir de una serie de purgas y nuevos patrones de reasignación regular desde el fracasado golpe de estado de 2002. También nombró a altos funcionarios militares cercanos posiciones gubernamentales.
Otros oficiales han sido acusados de complicidad en el narcotráfico y la corrupción. Maduro reconoce el enorme poder que ejercen las fuerzas armadas, así como su interés en mantener el estatus quo. Por lo tanto, los ha nombrado a cargos ministeriales, los ha protegido de acusaciones extrajeras y se ha rodeado de oficiales superiores.
A pesar de los efectos perjudiciales de los controles de precios y de divisas, de las expropiaciones y del control sobre la distribución de alimentos, el gobierno no está dispuesto a desviarse de su rumbo. La respuesta de Maduro ha sido más de lo mismo.
Los asesores económicos de Maduro han presionado por más controles estatales sobre la fabricación y el suministro de alimentos en lugar de adoptar estrategias macroeconómicas ortodoxas como el aflojamiento de los controles de precios, el desarme de los complejos controles de cambio o la reducción del dinero en circulación para reducir la inflación.
El crecimiento del PIB de Venezuela expresado como porcentaje desde 1960 a 2015.
Adicionalmente, los oficiales que disfrutan del acceso preferencial a dólares y, por lo tanto, se benefician del sistema de divisas, tienen pocas razones para levantar los controles de precios. Igual, sería anatema para el chavismo considerar la privatización de industrias previamente expropiadas y nacionalizadas. Todas estas señales son preocupantes para una economía que se ha contraído en el 2015 y 2016.
El futuro inmediato es grave.
La industria petrolera está en malas condiciones, ya que el precio del crudo pesado venezolano se ha vendido entre 45 y 55 dólares por barril en 2017. Sin embargo, la producción sigue bajando, ya que los equipos rotos––otra consecuencia de la crisis––permanecen inactivos y los pozos existentes bombean por debajo de su capacidad. A menos que los precios del petróleo aumenten significativamente o el gobierno encuentre nuevas líneas de crédito, Venezuela se está acercando a un incumplimiento de su deuda de $10 mil millones.
Políticamente, Maduro ha endurecido su control al involucrarse intensamente en la represión de los ciudadanos y al bloquear o alterar las vías legales de la disidencia y el politicaje. Ha encarcelado a críticos o adversarios como presos políticos, ha purgado el estado de servidores públicos que favorecían el referéndum revocatorio de 2016 y ha militarizado una gran parte de su aparato de seguridad pública. Después de la muerte de Chávez, había una docena de presos políticos. Hoy en día hay más de 117 en el país según la ONG Foro Penal Venezolano.
Cientos de miles de venezolanos han tomado a las calles para protestar contra el gobierno y exigir elecciones. Los enfrentamientos con las fuerzas de seguridad del Estado has resultado en las muertes de más de 50 personas en los cincuenta días de protestas.
Una protesta contra la detención de manifestantes, sobre todo Leopoldo López, un político opositor importante arrestado en 2014 (a la izquierda). Un niño pidendo la libertad de su madre, una presa politica (a la derecha). Un cartel con quejas de venezolanos (a bajo).
Desde que el gobierno aplazó las elecciones regionales y suspendió el referéndum revocatorio presidencial en octubre del 2016, se puede clasificar el país como autoritario. Además, hasta el momento el diálogo político no ha producido ninguna resolución significativa ni compromiso gubernamental.
Al contrario, el 29 de marzo el Tribunal Supremo de Justicia de Venezuela (TSJ) anunció que iba a asumir las funciones parlamentarias de la Asamblea Nacional mientras el órgano electo permaneciera en desacato, esencialmente disolviendo la Asamblea antes de que la presión internacional y negociaciones de trastienda causaran una reversión.
Para la oposición, este movimiento parece haber sido la gota que derramó el vaso.
Cientos de miles de venezolanos han tomado a las calles para protestar contra el gobierno y exigir elecciones. Los enfrentamientos con las fuerzas de seguridad del Estado has resultado en las muertes de más de 50 personas en los cincuenta días de protestas.
Los líderes políticos latinoamericanos, los jugadores de béisbol de las grandes ligas e incluso el renombrado conductor venezolano Gustavo Dudamel, hasta ahora criticado por su silencio respecto a los asuntos políticos, han condenado públicamente la represión gubernamental.
Pero el gobierno se mantiene intransigente.
Después de “la madre de todas las marchas” del 19 de abril, en la cual los manifestantes anti-gubernamentales lastimados por gases lacrimógenos y perdigones fueron empujados al río Guaire, infestado de las aguas negras de Caracas, Maduro retuiteó una foto refiriéndose a ellos como excremento humano. El 2 de mayo, provocó una crisis mayor al convocar a una nueva Constitución Política elaborada por una Asamblea Constituyente no representativa y no democrática. A medida que las condiciones continúan deteriorándose, el país está cada vez más cerca del punto de quiebre.
Calificaciones de libertad en Venezuela de 1998 al 2013.
VI. Lecciones para el futuro
La desgracia de Venezuela ofrece varias lecciones.
Políticamente, la situación sugiere que las elecciones libres y justas son condiciones necesarias pero no suficientes para la democracia, y que la democracia requiere una participación ciudadana efectiva y continua, representación política e igualdad política.
Del mismo modo, Venezuela también muestra la facilidad con que los estados pueden moverse entre dictadura, democracia y regímenes híbridos. países con una democratización no tan enraizada o una representación limitada como Venezuela corren un mayor riesgo de experimentar recaídas democráticas que los países donde los votantes poseen alta eficacia política y se sienten representados.
Una protesta masiva contra el presidente Hugo Chávez en 2004.
Económicamente, esta experiencia ofrece un caso de estudio paradigmático de los peligros de la dependencia de los recursos, especialmente en el contexto de las instituciones subdesarrolladas. El petróleo facilitó el crecimiento de la economía venezolana, pero generó una dependencia que ha socavado su desarrollo.
La riqueza del país, como la de tantos lugares igual de dependientes que Venezuela, fue en mucho respectos, poco más que un espejismo. Esto sugiere que un aumento en los precios del petróleo en la coyuntura actual sería un paliativo pero no una cura, ya que los mismos problemas estructurales seguirían afectando la economía. Los países que dependen de los recursos necesitan encontrar una forma de salir del círculo vicioso de la maldición de recursos para construir una economía productiva.
Por último, la crisis venezolana muestra los efectos reales e inmediatos de la política dogmática sobre las economías y sociedades. Hay varios estados petroleros débilmente democratizados, pero ninguno ha experimentado el tipo de implosión de Venezuela.
Hugo Chávez, Nicolás Maduro y el PSUV implementaron, y siguen implementando decisiones políticas y económicas imprudentes. Así como la profunda crisis actual de Venezuela pudo haber sido evitada, también se puede evitar en otros lugares del mundo.
Las opiniones expresadas en este informe son únicamente las del autor y no representan las opiniones de la Academia Naval de los Estados Unidos, el Departamento de la Marina, el Departamento de Defensa, ni del gobierno estadounidense.
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